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domingo, setiembre 04, 2016 

Upside down o la renuncia al sentimiento

Me siento frente a la PC con ganas de vomitar texto. El vino y la madrugada se encargaron de alimentar el impulso de crear un confesionario de pantalla blanca en Google Drive. Ya no puedes más Mónica, me había dicho,antes de que la valeriana hiciera su efecto a las  tres y media de la mañana y me despidiera con un: te dejo, chau, en uno de esos chat inesperados. Horas después, lo que quedaba era completar la promesa de catarsis. Sí, catarsis otra vez. Vomita entonces, que hay más cosas que hacer en domingo.



Vamos a comenzar: tengo demasiados conflictos con mi Yo Sentimental. Ese maldito insecto que suele colarse a los recuerdos para abrir las heridas de una historia inconclusa. Ahora mismo me llena de azúcar y me canta versos tipo: Nunca sentiste algo así por nadie más… Y hasta parece que cada frase retumba al ritmo de una canción romántica llena de estafadores lugares comunes. Aquel bicho de múltiples patas podría morir aplastado en este preciso instante si no fuera porque se alimenta de la brisa de la puerta entreabierta que hemos dejado tú y yo cuando evitamos decir decir ya no más y nos hablamos de vez en cuando. Y el mundo se pone de cabeza, sobre todo cuando tú evocas y yo evoco también.



Debo combatir a diario para evitar que mi Yo Sentimental me tome por completo, me transforme en Gregorio Samsa y amanezca convertida en bicho atormentado. Pero es una lucha difícil,  habiendo reconocido ser víctima de una mordedura voluntaria muy reciente. Resulta que fui débil y comencé a apreciar la presencia del insecto en un tamaño prudente que zumbaba todas las mañanas y me inspiraba el resto del día. De pronto descubrí que podría amansarse y mantenerme en mis casillas; que podríamos compartir una convivencia pacífica y duradera. Le dejé inocular su veneno caliente y sin darme cuenta, terminó de recorrer mis venas, contaminándome de pies a cabeza, al  punto de extrañar, mucho, intensamente. Y ocurre que aquí, aunque los senderos son claros, no hay puertas hacia mundo maravillosos. De cabeza otra vez.


Recorro Google: Fumigación, exterminios de insectos en plantaciones. ¿No habrá alguien que pueda echarle insecticida a mis dudas y procesos ansiosos? Tengo que matar a la cucaracha ahora mismo. Debe morir a prisa, con el cerebro colapsado y con las patas arriba para olvidar que traía sobre sí las dulces ganas de entregarme con todas mis fuerzas a un amor de verdad.




(Sí, ya sé, no tengo remedio).

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