Aquí la segunda entrega de mi crónica de viaje de vacaciones. Una historia que comenzó en el post anterior ,
que es necesario leer para entender este capítulo.
El Aeropuerto de Barajas en Madrid es enorme, pero también tiene los baños más sucios que haya visitado alguna vez en un terminal aéreo. Increíble, pero cierto: Ni el aeropuerto más chico de Perú (quizás sea el de Andahuaylas) tiene los servicios higiénicos en tal estado de abandono, con papel higiénico usado, salpicado por el piso y un hedor insoportable, además de lavabos atorados. Hasta ahora no creo que ese recinto asqueroso pertenecía a un servicio básico del primer mundo.
No había mucho tiempo para visitar las tiendas del Duty Free, el vuelo estaba por salir y apenas pude observar a unos cuantos despistados intentando encontrar la sala de embarque que les correspondía. Un error podría hacerlos perder el vuelo, pues llegar a la sala correcta puede tomar hasta 25 minutos.
La pantalla del avión de Iberia y la voz de un tripulante indican ahora que en unos momentos aterrizaremos en esa convulsionada ciudad llamada Londres. El airbus ha hecho un aterrizaje aparatoso...Nos sentimos como dentro de una pelota de basket, pero al fin llegamos a nuestro destino: el terminal de Heathrow.
El ambiente de Heathrow me recuerda al del aeropuerto Charles de Gaulle, de Paris, lo único que conocía de Europa antes de esta visita. Ambiente a lo torre de Babel: muchos idiomas, muchas etnias y gran agitación. Como me lo habían contado antes los "white men" no son la mayoría y la cola de "No Europeans" en la sección inmigración es tan grande como la de los hijos de la comunidad. Y bueno, como esta niña nació en Sudamérica, los agentes deben ser exhaustivos y pedir, por supuesto, el boleto de retorno.
El letrero de Baggage Claim brilla delante mío. Avanzamos apresurados quienes llegábamos del vuelo de Iberia y nos mantuvimos allí por casi media hora sin que nuestras maletas aparecieran : ¡Joder! -dice un atribulado señor- creo que tenemos que reclamar. El tipo tenía razón: 60 de los 180 pasajeros nos quedamos sin equipaje. Un tipo con acento árabe explicó que por error, nuestros bultos se quedaron en Madrid. Lo peor es que no todos lo entendieron, la mayoría no hablaba inglés y esperaba a que los demás los ayudáramos con el idioma.
Por tal problema no llegué más que con una sonrisa y una mochila con maquillaje y felizmente algunos útiles de aseo. Mi primer recorrido por la ciudad al día siguiente lo hice en jeans con correa super ajustada y un polo de hombre, que no me quedaba nada mal. El equipaje lo trajeron hasta el lugar donde estaba hospedada, pero los ineficientes empleados de Iberia me pidieron que lo recogiera en el aeropuerto. Tan despistados y tontos eran que mientras yo me afanaba buscando las maletas en Heathrow, el servicio de courier había salido rumbo a la dirección que les di. Tuve que llamar a la camioneta de entrega y pedir que me esperen unos minutos. Gracias a Dios, en Londres no hay combis o Custers que obstruyan el paso en las horas punta y pudimos mi anfitrión y yo llegar a casa, justamente cuando uno de los empleados dejaba la maleta en la puerta. Respiré hondo... ¡Por fin puedo iniciar mi viaje tranquila!, dije mientras desempacaba aliviada...¿Qué aventuras me esperarán luego?...Lo supe después y lo disfruté todo intensamente..
CONTINUARÁ