martes, agosto 01, 2006 

Visa: La pesadilla en pos del sueño

Hace tiempo quería postear sobre el tema y justamente leo un artículo de opinión que resume varias de las cosas que quería decir. En la segunda parte, mi posición personal
(Publicado en el diario La República)

Sería más sencillo y honesto que algunos países anuncien que no aceptan turistas del Tercer Mundo.

Por Pepi Patrón.

Tener pasaporte peruano no es de gran ayuda cuando de viajar al extranjero se trata.Hay una canción de Juan Luis Guerra que se llama Visa para un sueño. Después de algunas experiencias, debería haber una canción que se llame La pesadilla de las visas.
Los peruanos sabemos que tener un pasaporte nacional no es de gran ayuda cuando de viajar se trata. En las aduanas y fronteras de muchos lugares nos miran feo. Traficantes de droga potenciales, también podemos ser sospechosos de ser miembros de Al Quaeda por nuestro color de pelo o de piel. Alguna vez fui expulsada de un bar en Wavre, un pequeño pueblo en el sur de Bélgica, pues el malhumorado dueño me dijo: "Señora, en este lugar somos civilizados, pero no atendemos musulmanes", y me pidió nada amablemente que me retirara.

Mal que bien estamos advertidos hace tiempo de estos problemas. También conocemos del racismo dentro de nuestro propio país. Lamentablemente sabemos igualmente que hay muchísimos peruanos jóvenes que quisieran irse del Perú. Y para eso necesitan la famosa visa. Pero lo que sucede en los alrededores, entradas, veredas o patios de algunos consulados es cada vez más increíble. Se está convirtiendo en una verdadera pesadilla obtener una visa para ir a ciertos –cada vez más– países. Lo que antes parecía patrimonio de algunos, como los Estados Unidos de Norteamérica o España, por el volumen de solicitudes que tramitan, ahora se está generalizando de una manera alarmante.

Por razones diferentes, he tenido que asistir en las últimas semanas a tramitar visas en algunos consulados. La exigencia de papeles y los niveles de maltrato, en muchos casos de nuestros compatriotas guachimanes, es digna de ser comentada. No solo tiene uno que presentar documentos que acrediten que es quien dice ser, sino también estados de cuenta bancarios, tarjetas (si es en plural es mejor) de crédito, certificados de trabajo, de vacaciones, de ingresos, de rentas, de propiedad, de matrimonio, de divorcio, de nacimiento, paternidad/maternidad, estudios, defunción y un larguísimo etcétera.
Los filtros antes de llegar a hablar con los oficiales consulares respectivos son asombrosos. Hasta la foto respectiva puede ser una experiencia alucinante. Hay un consulado que tiene entre sus indicaciones, que se pueden recabar en Internet, dos páginas de instrucciones muy detalladas sobre cómo debe ser la foto que usted pega en el formulario. Sí, ha leído usted bien, dos páginas de indicaciones, que van desde cómo mirar o el tamaño de la cabeza, hasta el color de ropa que mejor no debe usarse. Además, se señala que solo hay cuatro lugares en Lima que tienen las instrucciones para tomarlas.
Si se hace en otro lugar, siguiendo las famosas instrucciones, igual no sirve. Ante tanta exigencia, luego de haber hecho una larga cola en la calle desde muy temprano, casi en la madrugada, después de tener que ir corriendo a tomarse otra vez la foto en el lugar correcto y volviendo a gastar su plata, y si le toca alguien lo suficientemente amable como para dar las explicaciones respectivas, puede usted enterarse de que hay razones para tanta exigencia fotográfica. Se trata de fotos biométricas (¡!) que luego pasan por un scanner y terminan en su visa y en su pasaporte y ellas, y solo ellas, pueden ser leídas en el país de destino por las máquinas respectivas.
Pero igual siempre le falta algo o le sobra mucho. Igual se enojan. Se puede entender que haya países quisquillosos en vista de la cantidad de inmigrantes que tienen. Pero no creo que eso nos convierta a todos, además de potenciales traficantes de coca, en potenciales inmigrantes ilegales.
A veces solo se trata de ir a estudiar, asistir a un congreso o simplemente visitar un país desconocido.Turismo, le decían antes. La verdad, tanta cola y tanta exigencia resultan ofensivas. En este mundo tan supuestamente globalizado, nos hacen sentir ciudadanos de segunda categoría. Tal vez sería más sencillo y más honesto que algunos países anuncien que no aceptan turistas del Tercer Mundo.
Ahora yo..
Este año he tenido que pasar por el trance de solicitar visa a dos embajadas diferentes: La Embajada Norteamericana y la Embajada Británica. Por suerte, jamás se me ha negado una visa y esta vez no fue la excepción. Sin embargo, el ambiente de tensión junto al gesto adusto de los vigilantes y los agentes consulares hace que el trámite se vuelva una pesadilla de por lo menos tres horas restadas al trabajo diario.
AVENTURAS EN EL FORTÍN
En la legación gringa debes estar por lo menos dos horas antes a la intemperie junto a nerviosos ciudadanos peruanos y afanosos personajes que se empeñan a ayudarte a llenar la solicitud o tomarte una foto al momento. Cuando por fin llegas al interior de ese fortín que llaman embajada, debes esperar el momento de pararte frente a una ventanilla en la que tu huella digital queda inmortalizada para los registros del Tío Sam y luego otra en la que deberás convencer a un agente consular que sólo vas y vienes y no te interesa ser parte de la PEA de la nación que se cree dueña del mundo.
En esta última parte del trámite recuerdo lo que me ocurrió el año pasado cuando solicité mi última visa de periodista. Me tocó en la ventanilla una gringa petulante que me miraba a los ojos intentando intimidarme, tiraba mis documentos contra el escritorio para ver si me asustaba y hasta me hizo hablar inglés. Luego de que pasé el "exámen oral" y la tipa no tuvo más remedio que aprobarme la visa, miré a quienes me seguían en la fila y vi que casi todos estaban temblando ante la posibilidad de que también les pidieran a ellos dominar el idioma.
Este año fue diferente. Me tocó la ventanilla tres (recuerdo bien el número) donde fui atendida por un amable y rollizo agente consular de amplia sonrisa y unos ojitos que decían claramente que yo le caía más que bien.... No me hizo muchas preguntas y tampoco me pidió hablar en inglés. Creo que a todos les sucede: el tema siempre pasa por la impresión que le das a la persona que tiene el poder de otorgarte el permiso para ingresar al territorio de ese país.
SI QUIERES IR AL REINO UNIDO
En la Embajada Británica, donde tramité mi segunda visa del año, no había tanta cola como en la gringa, pero los ciudadanos del UK siempre tienen la prioridad. Es decir, si se da la casualidad que un grupo de 10 ciudadanos de la Gran Bretaña se les ocurre ir a hablar de cualquier cosa, por más que hayas esperado desde las 7 de la mañana, como peruanito que eres, debes esperar a que les absuelvan hasta la última duda. Bueno, bien por ellos.
Aunque es muy difícil que se de el exagerado ejemplo que anoto líneas arriba, me costó un poco contener la impaciencia cuando una pobre chica inglesa sollozaba por más de media hora frente a la única ventanilla de atención luego de que algún desgraciado que no falta por allí le robara la cartera con todo y pasaporte. Su sufrimiento se agudizó cuando la agente consular le contó que eran 7 días útiles los que debía que esperar por un duplicado y la afectada tenía que regresar si o si a Inglaterra en tres días más. La entendí, me solidaricé con su padecimiento, pero mientras escuchaba la historia desde una banca cercana, ya habían pasado laaargos minutos que yo hubiese aprovechado para terminar unos asuntos pendientes en el trabajo. Pero los flemáticos británicos piensan que una sola ventanilla con una señora de cincuenta y más atendiendo sin sonreir, es suficiente para los hijos de esta tierra.
Sin embargo, es bueno resaltar una ventaja: la agente consular revisa los documentos que los solicitantes presentan y si encuentra algún error u omisión pide que se subsane antes de que el expediente pase a una revisión final del Cónsul. A varias personas la adusta señora de la ventanilla les pidió que traigan su reserva de vuelo sellada y firmada por una agencia de viajes y les daba plazo hasta el día siguiente. Los omisos no tenían que pagar nuevamente, sólo se trataba de completar los documentos y presentarlos todos por segunda vez. En este caso hay mayor flexibilidad.
Supongo que más de uno ha tenido por lo menos una anécdota pidiendo visa. Me encantaría que la compartan en sus comentarios.

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