« Home | SI VAS PARA CHILE... » | In Memorian » | APUNTES DE MI ENCUENTRO CON YMA SUMAC » | JIRÓN DE LA UNIÓN: CATÁLOGO DE PERUANIDAD » | EN HONOR A “MY SPACE” » | CON LÁGRIMAS EN LOS OJOS… » 

martes, junio 06, 2006 

La segunda vuelta con el perdedor... Lo que vi y tu no



Bastaba el hecho de que no había en realidad un candidato que valiera la pena para que desde ya la cobertura de este proceso electoral no resultara para mi nada atractiva. Sin embargo, la experiencia me ha dejado en el permanente status de "ready to go" cada vez que el canal requiere de esos despliegues. Aquellos despliegues que al fin y al cabo tienen su encanto en sí mismos por aquella extraña emoción de levantarse cuando aún muchos ni se han acostado, pese a la ley seca y por esa energía incomprensible que una siente hora tras hora, hasta llegar a casa nuevamente a oscuras, pero con ese pálpito en el pecho que te indica otra vez que no te resignas a ser simplemente una espectadora de la historia, sino que te pican los pies por "estar"y participar reportando.
Las contradicciones me quemaban en la cabeza más que la secadora que ponía mis orejas en temperatura ideal para soportar los primeros vientos fríos de la madrugada de otoño, mientras las manos de una de las maquilladoras intentaba dejarme el cabello con el usual "TV look". El debate entre espejos y brochas versaba sobre el voto en blanco, mientras me preguntaba como sería en persona, el candidato asignado: Ollanta Humala.
Esta vez, la coyuntura me encontraba ajena a la cobertura diaria de la campaña política por estar especializada en crónicas urbanas. Debo confesar que durante este tiempo para mí ha resultado más placentero entrevistar a un demente callejero, que alguno de los candidatos, sobre todo aquel par de personajes que lograron pasaron a la segunda parte de la contienda. Antes, la primera vuelta había sido tranquila: me había tocado cubrir la Misa dominguera de Lourdes Flores y la votación del Presidente AlejandroToledo. Personajes conocidos y mil veces entrevistados. Pero esta vez era diferente, iba a a estar frente al más detestable de los favoritos en todo el proceso y a la vez, ganador de la primera vuelta: el militar autoritario rodeado de su corte de improvisados.
Además no se trataba de estar con él mientras votaba, ni pararme en la puerta de su casa para esperar a que salga a correr y demostrarnos que de algo sirve el rudo entrenamiento militar... No, Mónica Cépeda (así, en tercera persona, porque está de moda) debía estar en el maravilloso, familiar y enternecedor desayuno familiar-electoral del candidato de la olla.
¿Qué cosa?. Quien se pasó discursos enteros criticando a los políticos tradicionales había decidido -seguramente a la luz de las encuestas- realizar esa huachafería apta para la TV nacional e inventada por Fujimori y las geishas: el desayunito íntimo, el momento en que se debe hablar de lo optimista que el candidato amaneció, de la dieta y hasta de lo lindos que se ven los hijos deseándole suerte o por lo menos acompañando a papá en ese día tan trascendental. ¡Qué tierno!. Y bueno, tan armada estaba la cosa que aquel momento íntimo iba a transcurrir en el local partidario de San Isidro y junto a sus más cercanos ayayeros, perdón, dirigentes.
Ese día Humala le sacó la vuelta a los periodistas. En las camionetas de prensa estacionadas frente al local algunos saboreábamos el desayuno que nuestras respectivas empresas nos habían enviado, cuando los humalistas enviaron a su vocero indicando que el famoso desayuno comenzaría a las nueve de la mañana y que el candidato permanecería en ese mismo lugar hasta el mediodía, hora en que había decidido votar.
No fue así. A Ollanta se le ocurrió salir a correr, luego ir a votar, llevar a su mujer a la votación y dejar la conferencia y sesión de fotos sanguchera, para el final.
Para entonces, hinchados de curiosidad y a razón de muchos panes repartidos por el partido, los agentes de seguridad habían iniciado conmigo una conversa informal. Estaban seguros de que el canal donde trabajo había hecho campaña por el competidor, pero en un arranque sentimental, habían decidido de que yo les caía bien y que por lo tanto comprendían que tanto ellos como yo estábamos en orillas opuestas debido a circunstancias que se reducían a un sueldo. Pésima, pero generalizada apreciación del periodismo. No somos abogados sin escrúpulos para decir que un violador es inocente sólo porque nos pagan para hacerlo. Pero bueno, el debate, siempre en tono amistoso, se entrecortaba por el ingreso constante de humalistas. Al menos llegué a decirles que en mi profesión los principios valen y tanto como las subjetividades de las que no nos podemos desprender, pese a que estamos feliz y placenteramente condenados a la búsqueda de la objetividad.
Cuando la camioneta de Ollanta Humala ingresó al estacionamiento del local de San Isidro ya eran casi las nueve y media de la mañana y las diez cuando un sujeto de polo rojo y sonrisa apacible aparecía frente a una mesa decorada con chicharrones, relleno, jugo de naranja y mate de coca. Era él, el comandante que escondía bajo el gesto de tranquilidad una intranquilidad que sólo podía notarse por su negativa a probar bocado y unos cuántos bromas fallidas y nerviosas que sólo sus allegados celebraron.
A Illari, la hija, le dio una repentina pataleta que felizmente terminó en unos segundos que evitaron que el centro de la atención de esta actividad que personalmente creo ridícula y proselitista, se desviara hacia la niña.
Este candidato aprendió lo que otros políticos con maña: a voltear la mirada hacia la voz que le hacía preguntas complacientes (léase reporteros venezolanos chavistas llegados especialmente para la ocasión) e ignorar a quien lo cuestiona más de una vez, por haber decidido a último momento la realización de tal "cotidiana" actividad. Su esposa, mantenía como podía una sonrisa constante e ideal para portadas, que parecía esconder algo de cansancio y hartazgo. Como lo había dicho mi jefe en días anteriores, Humala, definitivamente no salía "con la pata en alto", sino con una imagen reposada a jugarse los últimos minutos del partido.
Y aunque los vigilantes del Partido Nacionalista seguramente piensan lo contrario, la transmisión en directo del inicio del desayuno y de la conferencia de Prensa fue harto extensa. Lamenté sin embargo haber salido del aire sin registrar en vivo un hecho tan o más vergonzoso que el carácter proselitista del desayuno electoral: Decenas de técnicos, redactores, camarógrafos, fotógrafos y algún reportero por allí se arrojaron con voracidad canina o quizás hambre de piraña hacia la mesa que minutos antes Humala y sus dirigentes había dejado intacta, con todos los trozos de chicharrón hábilmente decorados para las fotos e imágenes. Muchas manos pugnaban por los últimos trozos de carne y hasta preparaban sandwichs con la morcilla acomodada en forma de flor y la brillante cebolla rosada que antes fue parte del retrato que ellos mismos habian tomado de Gonzalo García, el candidato a vicepresidente.
Y pensar que había gastado varios minutos intentando explicar a los vigilantes de ese local partidario que a pesar de lo que muchos creían, habemos periodistas que pensamos que los principios y el buen comportamiento es importante.. ¿Cómo creerme ante tamaño caos de hambrientas bocas a las que no les importaba mantener la distancia y ubicarse en la trinchera de la dignidad que permite criticar con ética a quien pretenda no tenerla?. La generalización, modalidad habitual entre los intolerantes y los poco informados, es una práctica floja, pero en medio del caos es difícil distinguir la paja del trigo. Quienes observábamos absortos la escena recordábamos entre nosotros lo difícil que resulta a veces tragarse las críticas del intolerante humalista que más de una vez nos hemos encontrado en las calles de Lima y sobre todo del interior, aquel indeseable que es capaz de arrojarte una piedra porque cree que los principios y las formas se extinguieron hace mucho tiempo.

Felizmente no ganó Mónica... aunque el ganador tampoco me reporta ningún consuelo... Y claro, a última hora decidió venderse al sistema y cambiar de cara para aumentar votos, por eso hasta a los típicos desayunitos se prestó... Bastante censurable la actitud de los periodistas al pasar como muertos de hambre, yo creo que en todas las circunstancias de la vida se debe tener un poco de dignidad...
Besos

Moni, es triste decirlo (y saberlo) pero la mayoría de periodistas son aves de rapiña, para la noticia, para la comida (que dejó ollanta además ¡qué asco!) y la mermelada en general. Prefiero no ejercer.

Hola, Mónica
En todo caso quiero felicitarte por tu crónica. Me parece la visión más personal y sincera en estas elecciones.

Un saludo

Martín

Además de dos periodistas deportivos a quienes aprecio personal y profesionalmente, debes ser la única representante del gremio a quien tengo en estima en ambos ámbitos.El periodismo en este país es gatillero y rapiñero,con honrosísimas excepciones.

Un abrazo

Schatz

Martín: Mil gracias por tus felicitaciones. Esta es una crónica vivencial que intenta tomar una fotografía de lo que vi y detesté de aquel día. Besos.

Schatz: Es verdad, el nivel de los periodistas aquí no es el deseable. Peor aún es la resistencia de la mayoría de medios a elaborar y sobre todo poner en practica los códigos de ética. Con el pretexto de que la ética debe basarse en principios personales que no necesitan estar planteados en un papel, la cosa se está desbordando. Ni siquiera se acepta que haya un Ombusman del lector (o también del televidente u oyente, según sea el caso), como ocurre en otros países. El ejemplo más cercano es Colombia.

Publicar un comentario